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domingo, 3 de noviembre de 2013

anta Catarina Palopó, el lado turquesa de Atitlán.
Santa Catarina Palopó, el lado turquesa de Atitlán. PDF Imprimir E-mail
Domingo, 03 de Mayo de 2009 17:37



Una nimiedad de la naturaleza, llena de encanto, donde se fusionan las imponentes montañas, un majestuoso lago y una población sencilla que resguarda ésta riqueza.



Por Antonio Moran del Cid        

Jervin González-Jan Sevcik
Fotografía/Corresponsal

 El esfuerzo de empezar un fin de semana, levantándose temprano y reunirse con los amigos, pidiéndole a Dios sus bendiciones para protegernos en este viaje y poder enfilar  la búsqueda del destino turístico, siendo  el Lago de Atitlán, que  con toda certeza nos iba a dar el obsequio de la tranquilidad, era la motivación para encaminarnos a ésta aventura de suyo maravillosa.
Al ganarle camino a la carretera, nos dimos cuenta que no éramos los únicos y que el tráfico se iba haciendo más denso, pero con la misma emoción de que ya estábamos totalmente despiertos, sintiendo el frescor de la mañana y en espera para invadir uno de esos restaurantes con exquisita comida chapina, para proveernos de un suculento desayuno.  No hay nada, como adentrarse al interior de nuestro país y sentirnos mucho más guatemaltecos.


Frutas, avena, huevos, cereal, frijoles volteados, tortillas negras, buenas salsas y un chile picón, con la respectiva conclusión de un excelente café y unas champurradas, era lo que adornaba la mayor parte de las mesas de comensales tempraneros.  Aunque el día se pintaba gris, la bruma y el rocío se empezaban a levantar y cuando retomábamos el rumbo, otros grupos llegaban con las mismas intenciones, mientras otros aseguraban su carga en los vehículos dispuestos a la aventura.
Nos fuimos adentrando a las zonas montañosas y boscosas rodeados verdaderamente de otros aires, un aire diferente que conlleva su propio nivel de pureza y ha estado libre de cualquier impureza citadina, aliciente suficiente para continuar con nuestro propósito viajero.
El tráfico se fue haciendo largo en distancia y cada vez mucho más cómodo, con la sensación de ir solitarios en el camino, aunque de vez en cuando nos tocaba rebasar a más de alguno, o alguno más apresurado hacía la lucha por su propio establecimiento de marca en la velocidad. 
La carretera con un asfalto aceptable que nos aseguraba el éxito del recorrido.  Poco a poco, el tráfico se volvió denso, como un aviso de que ya estábamos acercándonos a la gran ciudad de Panajachel, municipio del Departamento De Sololá, solo tuvimos tiempo para apreciar el movimiento de esta ciudad cosmopolita, dónde sus turistas, hace mucho que lo dejaron de ser y cayeron en sus encantos y ahora son parte de su propia riqueza, como queriendo decir, que se encontraron a sí mismos y ya no se quisieron marchar.  Definitivamente un lugar mágico, lleno de encantos y bondades. 
Nos dirigimos por un camino parecido a una senda pavimentada, entre Bordes jardinizados y muros protectores al pié de la montaña y al lado del lago y continuamos hacia nuestro destino que era Santa Catarina Palopó, una pequeña población de origen Kackchiquel, a cuatro kilómetros de Panajachel, que por un lado está rodeado de montañas y por el otro por el imponente y majestuoso lago de Atitlán.

lago_de_ATITLAN.jpg
La calidez y sencillez humana de sus pobladores, hacen que este lugar tenga su gracia y encanto, que se ven reflejados también en el trabajo artesanal lleno de colorido, dedicándose además a la agricultura y a la pesca, donde aprovechan los juncos que crecen a la orilla del lago y elaboran cestas y esteras.  Su vestuario, es de los más admirados del altiplano, por su colorido y la calidad de sus bordados, que en su mayoría usan las tonalidades azul y turquesa, como los elementos con los que más se identifican como lo son: el Cielo, las montañas y el lago.
Esta vez, lo que se fue haciendo más denso, fue la ciudad de Santa Catarina Palopó, como nacida o empotrada en plena montaña, con el único ímpetu de poder ver el lado turquesa del lago de Atitlán.  Una vista maravillosa e impresionante que da la sensación de existencia humana y de plenitud por el lago mismo.  Aunque ya sabíamos, pero no conocíamos, al querer ver el lago, nos encontramos con nuestro objetivo, Santa Catarina del Lago, una quinta conformada por cinco casas privadas, diseñadas específicamente para pasarla bien, como una estancia de carácter familiar, como el mejor de los refugios para lograr la tranquilidad necesaria y poder retomar el ritmo de la vida, tal y como uno se lo merece. 


Este acogedor lugar, encaja perfectamente con el ritmo social y comunitario de Santa Catarina y ha logrado dimensionarse en su estilo y diseño, con la armonía de la naturaleza.  Cuenta con todas las comodidades para pasarla bien, en  ambientes cien por ciento familiares.  Habitaciones amplias y cómodas, miradores, salas acogedoras, baños completos, cocinas completamente equipadas, hacen cualquier estadía una experiencia maravillosa, eso sin mencionar la exquisitez de estar completamente inmerso en la naturaleza. 

Era sábado por la tarde, después de un excelente almuerzo preparado por nosotros mismos, en las instalaciones privadas, nos dispusimos a visitar una poza de aguas termales, a unos cientos de metros de la Quinta de Santa Catarina del Lago, mientras unos estaban el la poza, otros platicando sobre las rocas de la montaña, yo me aísle del grupo y pude esparcir mis pensamientos al contemplar la armonía existente en la naturaleza, como un yo existente en todo, actuante y vivo que no puede presentar otra cosa opuesta a su propia belleza.
Las nubes corrían a reunirse en el cielo, con un gris aperlado que con viento suave alegraba una pequeña brizna, que se confundía con la brisa que venía del lago.  Pude ver sus cristalinas aguas color turquesa, por la profundidad que el mismo lago permitía ver, juntamente con el eterno oleaje que refrescaban constantemente las aguas hirvientes que provenían de las profundidades de las montañas.  Un clima sin frío, ni calor; que hacían de la tarde adormecedora, un encanto soñador, donde no se pueden, ni se quieren cerrar los ojos por estar rodeado de tanta belleza y el cierto temor que causa el solo pensar en cerrarlos y al abrirlos creer que todo ha sido un sueño.


Al volver a la playa, pudimos apreciar a las tejedoras y lavanderas a la orilla del lago y a otra multitud que se encaminaba también a la orilla a lavar su maíz, preparándolo para el alimento fundamental de nuestra comunidad indígena.  Todos estos elementos, nos hizo subirnos al muelle y contemplar el incipiente ocaso, donde los colores encendidos, se empezaban a tornar platinados y dejaban ver el horizonte blanquecino que acarreaba los nuevos oleajes a través de un nuevo viento, hasta que se hizo el ambiente frío y la brisa nos proponía la necesidad de un urgente café en un restaurante pequeño y playero.


Volvimos a la Quinta de Santa Catarina del Lago, nuestra quinta, pues ya la habíamos adoptado y nos encontramos que el Jacuzzi ya estaba siendo preparado para poner el agua a tono en su temperatura, al igual que un vino de reserva para la ocasión. 

La lluvia de la noche empezó a ser copiosa y logró fusionarse con el silencio y las burbujas que fluían de este baño termal que hizo, juntamente con todas las experiencias del viaje, en que éramos realmente seres humanos privilegiados.  


Agradecimientos Especiales a:
Comunidad de Santa Catarina Palopó
Hotel y condominio
Santa Catarina del Lago
Calle principal, frente al Puesto de Salud,
Santa Catarina Palopó, Sololá.
TELS. (502) 5801-8196
            (502) 5704-2435
E-mail: gl.rodriguez@yahoo.com

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