Transgénicos germinan en los Balcanes |
Escrito por administrador dos |
Miércoles, 18 de Septiembre de 2013 14:16 |
Este
año, el verano en los Balcanes fue agradable y cálido, dejando
abundancia y suficientes alimentos sobre la mesa. Pero la población se
queja de que los tomates “no tienen el mismo sabor de antes”, las
sandías están demasiado aguadas, las coles son difíciles de cortar y
las cebollas ya no hacen llorar a nadie, informa Vesna Peric Zimonjic
(IPS) desde Belgrado.
Es
un rumor indignado, que resuena en los foros populares y en las redes
sociales de Internet en Serbia. Se acusa a los agricultores de rendirse
a las presiones de los importadores de semillas y de hacer a un lado
las especies autóctonas que hasta ahora les daban buenos resultados.
“Actualmente
hay pocas posibilidades de constatar si lo que uno compró es un tomate
real cosechado localmente”, dijo Jasmina Zdravkovic, del Instituto de
Agricultura en la central ciudad serbia de Smederevska Palanka, unos 63
kilómetros al sudoriente de Belgrado.
“Lo
más probable es terminar con uno cuyo centro sea blanco e incomible.
Esto se debe al gen que se introdujo para mantener firme al tomate”,
explicó a IPS. Esos tomates nunca están maduros; solo se vuelven rojos
por afuera, agregó.
Según
Zdravkovic y expertos de la Facultad de Agricultura en la Universidad
de Belgrado, las especies originarias han perdido la batalla contra las
grandes compañías internacionales productoras de semillas. El cultivo
de especies nativas se redujo a huertos privados u otras áreas
pequeñas.
Desde
2000, cuando se levantaron las sanciones internacionales impuestas a
Serbia tras la guerra de 1998-1999 en Kosovo, las semillas importadas
irrumpieron sin ningún control ni oposición en el mercado serbio. Las
híbridas, producidas por gigantes biotecnológicos como Monsanto, DuPont
o Syngenta, asumieron las riendas por completo.
Según
las últimas estadísticas de la Cámara de Comercio, el país importó 230
toneladas de semillas y materiales de multiplicación por valor de
810.000 dólares solo en los primeros tres meses de este año.
“En
estas circunstancias, no hay esperanzas de que se produzca
comercialmente ninguna especie autóctona”, dijo Djordje Glamoclija, de
la Facultad de Agricultura, en diálogo con IPS.
Sin embargo, el país viene desarrollando un esfuerzo sostenido por preservar su patrimonio fitogenético.
Un
programa nacional para la conservación y el uso sostenible de esos
recursos está en sus etapas finales. Y una de sus principales
propuestas es consolidar un banco genético nacional.
Los
recursos fitogenéticos de Serbia actualmente están “dispersos por el
país, en institutos agrícolas y facultades”, dijo Milena Savic, futura
directora del banco.
La
colección nacional tiene 5.000 muestras de 273 especies de plantas
nativas de Serbia. “Ellas representarán la base para los recursos
fitogenéticos, a tono con la política nacional y mundial de preservar
especies originales”, señaló.
“Hasta ahora, las muestras se han guardado para el mediano y largo plazo”, dijo Savic a IPS, es decir a 20 y 50 años.
Los
genes vegetales se mantienen en cámaras especiales, a temperaturas de
20 grados bajo cero, mientras que las muestras de plantas se conservan a
cuatro grados.
Trabajando
con estas especies originarias, Serbia espera desarrollar variedades
mejoradas de semillas, cruzándolas con tipos de plantas de alto
rendimiento. El país también es parte de la iniciativa regional de
recursos fitogenéticos llamada Red de Desarrollo de Europa Sudoriental.
Al
occidente de Serbia, las protestas en Croacia contra el dominio de las
semillas importadas llegaron a su clímax antes de que ese país
ingresara a la Unión Europea (UE), el 1 de julio de este año.
Esto
continuó a lo largo del verano boreal: 18 organizaciones no
gubernamentales reclamaron a las autoridades que impidieran “la codicia
de las corporaciones multinacionales que amenazan con poner en peligro
los recursos que representan los cimientos de la industria alimentaria
croata”.
Croacia
ya no tiene ni una fábrica productora de semillas, y depende por
completo de las importadas. Esa nación gasta 60 millones de dólares
anuales en la importación de semillas y en materiales de multiplicación,
según la Sociedad Croata de Agronomía.
Un
particular motivo de preocupación fue la nueva regulación de la UE
sobre ambas cosas, que requirió, en nombre del consumidor y de la
seguridad alimentaria, el registro de todas las frutas, verduras y
árboles antes de que pudieran reproducirse o distribuirse.
Finalmente,
la regulación se cambió a raíz de presiones de organizaciones no
gubernamentales europeas, incluidas las 18 de Croacia. Ahora permite
que los dueños de huertas domésticas guarden e intercambien semillas no
registradas, y que organizaciones pequeñas, con menos de 10 empleados,
cultiven semillas que tampoco estén registradas.
“Las semillas representan la riqueza de hoy y de mañana”, dijo Denis Romac, periodista y ambientalista croata.
“La
producción propia de verduras sanas y cultivadas localmente significa
la salvación para muchas personas en tiempos de crisis. No sorprende
que la gente esté recurriendo a predios en las ciudades o incluso
cultivando algo en sus balcones y jardines si es que los tienen”,
agregó.
La
crisis económica del año pasado perjudicó mucho a la región. El
desempleo en Serbia llegó a 27 por ciento de sus 7,22 millones de
habitantes, y en Croacia alcanzó a 18,5 por ciento de su población de
4,26 millones.
Mientras,
agricultores y dueños de huertas domésticas en Serbia han recurrido al
método más antiguo pero a la vez más seguro: el de guardar semillas al
final de una temporada para plantarlas en la siguiente.
“Me
quedo con las semillas de un año a otro y las uso en el jardín”, dijo
Milentije Savovic a IPS. Él tiene varias hectáreas con huertos de
diferentes verduras cerca de Belgrado, y vende lo que produce en el
popular mercado verde de Kalenic.
En
su puesto se puede hallar los populares tomates corazón de buey,
distintas variedades de cebollas, pequeños frijoles perla, y melones
“cerovaca” muy secos, que los más ancianos consumían en su juventud.
“En
cuanto a las especies (autóctonas), no hay dudas de que son las mejor
adaptadas a nuestro clima, suelo y medios de protección. Así que, ¿por
qué cambiarlas si son buenas?”, planteó Savovic.
Sin
embargo, Glamoclija, de la Facultad de Agricultura, se mostró
precavido al respecto. “No se debería confundir el cultivo de especies
tradicionales o antiguas con las modernas tendencias del cultivo de
alimentos saludables”, dijo a IPS.
“Las
especies cultivadas localmente y que están bien adaptadas necesitan
buenos cuidados y una protección adecuada. Las frutas no tratadas
pueden contener bacterias tóxicas en vez de pesticidas. Así que el
llamado ‘regreso a la naturaleza’ puede ser como montar una bicicleta
en el centro de una ciudad en medio de los gases emitidos por vehículos
pesados”, agregó.
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