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sábado, 2 de noviembre de 2013

ALCOHOLISMO, Oscuro ausentismo de la realidad.

ALCOHOLISMO, Oscuro ausentismo de la realidad. PDF Imprimir E-mail
Cuando el alcoholismo se hace una  realidad propia y empieza a chocar con las demás realidades existentes, la mejor de las curas es enfrentarlo y no ausentarse, pues se transforma en una marcha en retroceso, con pocas posibilidades de retorno.



Por Antonio Moran del Cid

Jervin David González
Fotografía


Durante toda mi vida, como la vida misma, he visto la importancia y beligerancia que las personas le dan al alcohol y a todos sus derivados etílicos, pues sin importarles cuan necio puede ser el consumo, lo miran como una necesidad para poder socializar.
Cuando escucho del tema, me vienen a la mente un sin fin de recuerdos y  listados de personas que fueron cayendo sobre las consecuencias de esta bebida, que se convirtió primeramente en sutil acompañante, en necesidad,  luego en necedad y finalmente en una destructiva treta para acabar con el fruto de muchos años de esfuerzo en conjunto, que era el beneficio de la familia.  Teniendo como resultado, la destrucción y perdida de todo lo material, incluyendo la salud y la lamentable perdida de la vida.
No hay peor cosa que un alcohólico y uno peor aún, es el alcohólico  necio, pero el peor de los peores, es el alcohólico necio y enfermo, que ni él mismo se quiere  dar cuenta que su vida se está yendo entre sus manos y lo ciego para no poder ver su necedad, que según él, es una urgente necesidad para solventar, sin importar el medio a emplearse.  El alcohólico, no es más que un paciente con urgentes medidas de atención, donde él prácticamente ha perdido su valioso don de poder decidir, hay que decidir por ellos y protegerlos para que no resulte peor la medicina que la enfermedad.
Muchas veces, el alcoholismo es la infame aberración para aislarse de un problema, una tentación o una frustración, donde se ven completamente confrontados los  desdichados, que empiezan contando  sus tormentos a los cuatro vientos, aunque nadie los oiga o se detenga por un momento a creerles, pero en realidad ¿Quién le cree a un alcohólico? pues todo mundo sabe que es un maestro de las mentiras, que en sus furias y algarabíllas de  falsa emoción, la engañosa fantasía que regala a destajo  esta enfermedad, redarguye  que no es nuestra realidad la que ellos comprenden, sino es su propia irrealidad, la que ha ido cobrando espacio en estas vanas existencias.

Irrealidades, que se hacen más ostensibles con el encuentro con otro en similares o peores situaciones, que de inmediato se hacen los peores enemigos o los más encarnados hermanos de la parranda, creando mentiras en común solo para mantener el vicio, pues ¿Quién le da crédito a una sociedad de alcohólicos? pues todo mundo también sabe que ni la propia familia les confía la llave de su propia casa. 
Es una de las enfermedades que las vive toda la familia y es contagiosa para el que la tiene cerca, pues esposas que andan lidiando con los cónyuges a cuestas, después de que se han gastado el salario, para aquellos que aún no han perdido el trabajo, luego estos se las dan de muy machos, imponiendo una desorbitada ley de que en la casa mandan ellos y que un gran favor están haciendo, al ser la cabeza de esa fea familia, pues en la calle muchas hay que quisieran estar en el lugar de la infeliz que tiene por esposa.
Se llevan  todo el menaje para empeñarlo por bebida, o empeñarlo por centavos, para tener con que invitar a los compadres de la lucha creada, según ellos, pero nadie se atreve a preguntar de cual de las luchas se está peleando.
Familias destruidas, fortunas perdidas, potencial humano completamente desperdiciado, por el desamparo o la ignorancia de saber que hacer en estos casos tan terribles y tan lamentables.

Lo que en algún día empezó por celebrar algún acontecimiento, terminó en una trágica situación, donde toda la familia tiene su participación y su vivencia de contar y experimentar la enfermedad pasiva de un enfermo activo. 


El Alcoholismo, un enfermedad que se entromete en el actuar de cualquier familia, restringiendo los valores naturales, familiares  y sociales, en forma de tragos, que cada vez son más amargos y cada vez son más oscuros, como invitando a la muerte a que destruya cualquier cosa que nunca fue edificado por ellos.  Alcoholismo, mal de tontos, pero no sólo de los pacientes, sino de todo un país que se permite negociar y generar grandes dividendos a costas de la debilidad y la marginalidad de un potencial completamente desperdiciado, el de su propio pueblo.  ¡Salud!

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