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sábado, 2 de noviembre de 2013

Cascaronazos de un lejano Carnaval

Cascaronazos de un lejano Carnaval
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Sábado, 11 de Abril de 2009 16:17

Con el correr de los años, me doy cuenta que las tradiciones se van convirtiendo en las añoranzas del futuro y que lo acompañan a uno hasta el final de la vida misma, para que ésta, se convierta también en una. 

Por Antonio Moran del Cid
Como tienen bien visto en Brasil, la cuna del Carnaval, las saudades palabra que tiene un significado más profundo que la añoranza, para crear conceptos más grandiosos que la saudad misma y no exista la tristeza nunca más.
Recuerdo que, cuando ya no tuve ningún pretexto para quedarme en casa, yo no fui a la escuela, a mí me llevaron casi obligado, pues  de tajo no quería perder la riqueza que tenía en mi espacio y mi universo, que era mi casa y mi hogar. 
Cuando llegué a la escuela, mis padres tuvieron el excelente tino de inscribirme en una de las Escuelas tipo Federación, establecidas durante el gobierno de Juan José Arévalo Martínez, presidente con una visión de riqueza pedagógica, para que muchas generaciones aún lo sigan recordando.
Mi primer carnaval de la escuela, fue verdaderamente una fiesta que engalano mi espíritu y carácter para formar el ímpetu de mi personalidad, pues dentro de la algarabílla, de quebrar cascarones y tirar pica-pica y harina, se iba tornando en una casi guerra, quebrando los cascarones de punta, echando harina y tierra en los ojos a los más cobardes y pica-pica a todo el que se nos ponía enfrente y definitivamente a los enemigos y a los que nos caían mal, conformando pandillas de traviesos alegres que no querían que nunca se acabara el recreo, que ya se había hecho largo, por que el claustro de maestros estaba echándose el respectivo café y pastel en su respectivo salón de descanso. 
Nunca supe de donde venía la tradición, me importaba un pepino sí era o no pagana, pues no sabía ni siquiera el significado.  Era muy común el ver al montón de estudiantes salir sudados, amoratados y cascaroneados, aún escupiendo la harina y pica-pica carcajeándose de todas las aventuras que habían vivido ese día.
Al llegar a la casa, nos disponíamos a recuperar fuerzas y prepararnos para la segunda batalla, que era la peor, la del mismo barrio, luego de las seis de la tarde, cuando ya todos habían cenado, empezaba la bullazón de todos los barrios, que entre correteos y escondidas, todos preparaban su estrategia para no ser cascaroneados, sino cascaronear a la primera oportunidad, era una batalla campal desde el primer momento, salían cascarones y carcajadas por haber hecho presa a la primera victima y por cerrar los ojos al carcajearse, venía el primer cascaronazo para uno, que de tajo cerraba la boca, pues ya sabía que venía una lluvia de papel hecho pica-pica y en serio que con el sudor, empezaba todo el cuerpo a picar, pero uno no se podía detener a rascarse, pues le iba peor con un torpedeo de cascarones mal pintados y que llevaban también harina.
Ya nadie se reconocía, no se sabía si era amigo o enemigo, pero lo peor de todo era que entre tanto chamuscado de blancos y coloreado por tanto trozo de papel, lo peor de lo peor era quedarse sin municiones, pues venían todos los sobrevivientes a terminar sus municiones con uno, entonces uno resultaba con el disfraz más ridículo que todos los demás.
Saudad de saudades verdaderamente, al concluir las fiestas de los cascarones o huevos, ya todo mundo se preparaba para asistir a la santa Misa de Miércoles de Ceniza, aún con la sonrisa ganadora y la picardía de haber hecho de las suyas, nos mirábamos todos más crecidos, más temerarios y más conquistadores, como queriendo ver a las patojas que iban también creciendo, para que al final, nos enfrentáramos y confrontáramos con las verdades del Cura, cuando nos decía: del polvo venimos y al polvo vamos, haciéndonos la cruz de ceniza en la frente, que nos vestía de cierto grado de santidad y de conciencia sobre el tiempo que estaba pasando. 




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